Os dejo nuestro diario de Paz, en el hemos dejado nuestro video conmemorativo y algunas colaboraciones habituales del Centro de Juventud y Oficina de Cultura.
Penelope Sánchez nos presenta su relato "Vagabundo", Lola Manjón, ilustradora y Licenciada en Bellas Artes nos deja su imagen de Tijera.
Por último hemos escogido al Ilustrador David Halein, esta es una de sus ilustraciones y nos ha encantado para ofrecerla en este Diario de Paz.
A tod@s mi mas sincero gracias, con este diario cerramos la programación de la Paz y nos adentramos en Febrero, donde tenemos un mes lleno de actividades y centrado en la conmemoración del Dia de Andalucía tan importante para nuestra tierra.
-VAGABUNDO- Penelope Sánchez
Era
lo que se podría denominar como el peor día de invierno, pues hacía tanto frío
que daba la impresión de que el aire se estaba espesando tanto que lo podías
rozar suavemente pero apenas se podía aspirar, además no había parado de llover
durante horas y más horas que se hacían interminables, como si el tiempo
hubiese querido jugar al escondite entre las nubes arremolinadas mientras las
agujas del reloj quedaban estáticas intentando encontrarlo junto al viento que
se colaba entre las grietas de los edificios produciendo una especie de silbido
creando la banda sonora de aquel día.
Divisado entre la niebla se encontraba él,
posado sobre la cuneta llena de desechos
humanos, donde había desde un cojín con bordados deshilachado típico del S. XX
hasta un viejo libro en el cual se apreciaban unas letras “Cu-bres Borra-cos-s”. Sumergido unos centímetros en un
charco de barro tan oscuro que asemejaba no tener fin se hallaba empapado hasta lo inimaginable, helado,
desaliñado, andrajoso y olvidado; estaba casi desnudo pues únicamente tenía un
desgastado tejido lleno de arrugas y grietas que le cubría. Su semblante
reflejaba angustia, locura, pesadilla, odio, pero a pesar de todo ello en
ningún momento dolor, sino más bien de perdedor esperanzado.
En frente estaba su compañero que por el
contrario se encontraba resguardado del frío y la lluvia bajo el porche de un
edificio, observándolo con expresión de pena y a la vez de alivio, aunque
igualmente permanecía desdeñado.
La
gente transitaba la calle y algunos ni se molestaban en mirarlos, como si fuesen
gravilla en el asfalto sin mera importancia, otros en cambio sí. Primero pasó
unas viejecitas que los miraron con desprecio y tras esto un grupo de
adolescentes que regresaban del instituto, uno de ellos por casualidad se fijó
en el que estaba en la cuneta y empezó a golpearle dándole varios puntapiés
mientras el resto miraba impasible. Esta escena era observada por un niño de
unos 4 ó 5 años a través de la ventana de su cuarto, quien se apresuró a bajar rápidamente
a la calle. Con mimo se dispuso a secarle y pensó que sería mejor llevarle
junto a su compañero y eso fue lo que hizo. En ese momento ya estando uno junto
al otro se quedó observándolos y su mirada antes de desesperación se tornó
satisfecha y casi feliz. Unió los cordones de ambos zapatos con un fuerte nudo
para asegurarse de que nunca más volviesen a separarse.